Deporte en entornos de post conflicto armado

Escrito por Celia Camila Biedma 23/05/2021

“El cuerpo de la mujer es la última frontera de la guerra”

(Chema Caballero, periodista y especialista en Derechos Humanos y Resolución de Conflictos trabajó como perito para el Tribunal Especial para Sierra Leona).

Esta fue la contundencia y la resignación de sus palabras.

Unas palabras que ocupan la fuerza intrínseca e inevitable que avivó mi necesidad de querer entender; de saber más. Fue ese momento el que me hizo llegar hasta las tripas de las FARC con el único objetivo de comprender qué y por qué hacía que, en mi mismo mundo, existiese una realidad tan antagónica a la mía, tan atroz y tan injusta.

La utilización bélica de la infancia es un fenómeno que atenta contra los derechos de miles de niños y niñas en todo el mundo. Desde la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño, en 1989, el derecho internacional desempeña un papel clave en su liberación. Aun así, la militarización de los menores no solo no se ha erradicado, sino que continua en aumento dejando en una situación de especial vulnerabilidad a las niñas por su condición natural de mujer.  

Consecuencias psicológicas en las víctimas

Ellas, además de ser víctimas de violencia física, psicológica y emocional, al igual que los varones, son también víctimas de violencia sexual, cuyas secuelas tanto físicas como psicológicas son devastadoras:

  • la angustia
  • los recueros retrospectivos
  • el temor persistente
  • el rechazo al contacto físico
  • la dificultad para restablecer relaciones íntimas
  • la vergüenza
  • la incapacidad de tener experiencias sexuales o de maternidad como el resto de mujeres.

Estas son algunas de las profundas heridas psicológicas que sufren miles de niños y niñas en todo el mundo.

AFP/GETTY IMAGES

Programas de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR)

Sin embargo, a pesar del carácter indeleble de la experiencia vital traumática de las niñas soldado, su recuperación y reintegración en la vida civil es posible, sumamente deseable, y puede ser favorecida por programas DDR adecuados en los que se integre el deporte.

Son múltiples los actores internacionales e instrumentos normativos que se han hecho eco de la importancia del deporte en los procesos de paz y resolución de conflictos. Como elemento desestabilizador del orden de género tradicional y como un instrumento de reconstrucción de patrones de comportamiento psicosocial.

En una esfera dominada en su mayoría por hombres, el deporte puede convertirse en un potente desestabilizador de los esquemas de género tradicionales que someten a las niñas frente a los varones y reducen sus posibilidades de futuro. Pueden convertirse en una herramienta de empoderamiento y de mejora de su confianza y autoestima.

Durante su vida en el grupo armado, estas niñas están completamente dominadas tanto física como psicológica y emocionalmente. Además, son dependientes económicamente. Todas estas circunstancias minan la autoestima de la niña generando a su vez dentro ellas la incapacidad para decir “no”. Este proceso las sumerge en un círculo vicioso que es urgente y necesario romper.

El deporte como oportunidad de vida

El deporte ofrece una oportunidad que siempre se les ha negado:

  • el desarrollo de fuerza física
  • la posibilidad de convertirse en líderes
  • ser recompensadas por su propio progreso

La violencia y los abusos sexuales a los que estas niñas soldado son sometidas durante su vida dentro del grupo armado, a menudo provocan una fuerte desvinculación con su propio cuerpo durante y después del abuso como medida de supervivencia frente a esas violaciones. Cuando una niña practica deporte adquiere conciencia de su cuerpo; siente el sudor resbalar por su piel y cómo sus pulmones se expanden al correr, aumentando así, su capacidad de sentir y controlar su cuerpo.

La pérdida de identidad femenina que sufren las niñas durante la guerra es también un elemento a tener en consideración. La toma de conciencia y el control del cuerpo que se consigue a través del deporte ayuda a reestablecer esa parte humana y vital de las niñas.

Ellas son mujeres y tienen el derecho de actuar y sentir como tal.

El deporte alienta el establecimiento de límites: al tratarse del cuerpo y de la sexualidad de las niñas, un elemento clave es que entiendan lo que es un comportamiento aceptable y lo que es un abuso o una violación. Dentro del grupo armado, las niñas y adolescentes son abusadas constantemente y son consideradas inferiores a los hombres y, por tanto, es difícil para ellas dibujar estos límites. Sin embargo, su experiencia deportiva puede ser un marco en el que aprender a desarrollar la comprensión de la equidad y la justicia, así como lo que no se puede permitir.

Reflexión final

Es preciso reflexionar sobre el post conflicto armado y el enorme daño a la infancia. No solo afecta a los menores que pierden la vida, sino también a los que sobrevivirán y a sus futuras familias, comunidades y países que liderarán desde el rencor y la sed de venganza perpetuando un odio multigeneracional y dando lugar a un círculo de violencia incesante.

Las niñas soldado sobreviven condenadas injustamente por su condición natural de mujer. La guerra convierte sus cuerpos en campos de batalla, silencia sus voces y anula sus derechos. Es en este escenario el deporte se convierte en un elemento clave como vector de acercamiento a estas niñas que encuentran mermada y totalmente vulnerada su capacidad de confiar en los demás.

El deporte es una forma de devolverles la voz, de escucharlas y de trabajar por un cambio real y tangible que deje de convertir sus vidas en la última frontera de la guerra.

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